La prótesis es una extensión artificial que sustituye a una parte del cuerpo que no existe, ya sea por agenesia o por amputación. De esta forma, se reemplaza la función del miembro que falta para que la persona pueda llevar una vida más cómoda. Pero también sirve para cumplir una función estética. Es más, hay algunas prótesis que son meramente estéticas y que no poseen ninguna funcionalidad. Es el caso, por ejemplo, de las prótesis de cristal para los ojos o las prótesis mamarias.

Aunque es cierto que no tienen nada que ver con las de la actualidad, las prótesis se han utilizado a lo largo de buena parte de la historia. Un buen ejemplo de ello es, por ejemplo, las patas de palo que tantas veces hemos visto en las películas de piratas. Eso sí, las prótesis modernas son mucho más sofisticadas y ofrecen a la persona una gran capacidad de movimiento y hacerlo de manera cómoda. Uno de los últimos dispositivos que se han lanzado es la prótesis de mano capaz de detectar micromovimientos de los músculos en la parte restante del brazo amputado y utilizarlos para enviar órdenes a la mano robótica, de manera que la persona puede utilizarla casi de la misma forma que si se tratara de una mano humana, algo que hasta hace pocos años parecía increíble. Esto permite al usuario realizar tareas cotidianas y disfrutar de numerosas actividades que, de no ser así, le costaría mucho más o que, incluso, no podría realizar sin la prótesis.

Pero además de su carácter funcional, como decíamos las prótesis también tienen una misión estética. Aquellas personas que han perdido un ojo y quieren presentar un mejor aspecto, pueden ponerse un ojo de cristal. Y las prótesis de piernas hacen que la persona pueda caminar por la calle sin sentirse observada en todo momento por la ausencia de una pierna.